martes, 27 de enero de 2009

padre nuestro, pésame

Padre yo pequé. No me castigue por eso. Tampoco busco perdón. Solo que lo sepa. Así usted también estará pecando. De pensamiento. Mi deseo es que sea usted quien cometa pecado. Nadie lo juzgará. Para todos, se lo prometo, yo seré la pecadora. Usted solamente la víctima. Usted convertido en el pecado mismo. En mi pecado. Pero cuídese, padre mío. Cuídese de la obsesión. No abusemos. La burla irrita a los jueces. No lo olvide, si usted se pone en evidencia sería un pecador más y quién me perdonaría entonces. Aunque yo no busco perdón. Quiero alguien que me ayude. Un compañero de ruta. Es tan difícil pecar que temo no poder hacerlo. Nuevamente, por supuesto. Porque yo ya he pecado, pero un pecado no me convierte en pecadora, padre. Yo quiero que mi pecado, el suyo, sea mortal. Usted es bondadoso, no puede decir que no. Recuerde que me debe obediencia. Desde antes que yo naciera, padre, usted juró obediencia, obediencia de padre para mí. Obedezca entonces. Es una mano que le pido, nada más. Obedezca y conviértase en pecado.
Lo espero en el final de la calle. Sobre la entrada de atrás. Después de las diez, cuando todos estén durmiendo, soñando en convertirse en pecado. Usted no puede quejarse: el pecado le ha caído como regalo del cielo. No tuvo que salir a buscarlo por ahí. No ha tenido que buscarme, padrecito. Yo llegué hasta usted. Usted es el elegido. Mi cómplice.
Al final de la calle lo estaré esperando. Esta noche. Venga vestido así, de negro, como a mí me gusta. Yo usaré mis ropas de costumbre. Siempre pensé que el blanco sería el color para estos casos. Por lo claro, ideal para la situación. Blanca.
Me encargaré de llevar todo lo necesario. Sea precavido. Que nadie lo vea, que nadie lo siga. Por su condición de padre no se preocupe. Sólo mejorará su buen nombre. Lo convertiré en mártir.
Nada más que ir. De lo otro me ocupo yo. Usted no tiene más que asistir a la cita en el lugar y hora acordados. Ah, me olvidaba, traiga las llaves del desván del fondo. No necesito recordarle que nadie debe verlo. Ni notar la ausencia de las llaves.
Se preguntará por qué usted. Por qué lo he elegido, por qué entre todos los seres lo he elegido a usted. Padre hay uno solo. Y usted es el único que se mantiene inmaculado. Nadie podría condenarlo. Permanecerá sin mancha. Yo purgaré sus culpas, no se asuste. Sólo será un momento. No nos llevará más de treinta minutos. A las once, a más tardar, yo estará en mi cama. Durmiendo. Con todo el peso de mi pecado. y el suyo. Purgaré, no se preocupe, durante toda la noche purgaré sus culpas.
Hasta mañana nadie se dará cuenta. Pero después, en algún momento, alguien necesitará las llaves y no estarán en su sitio. Entonces lo buscarán, padre. Por todos lados, hasta llegar al desván. Que a usted le asusta tanto. No tenga miedo, padre. Conmigo a su lado no hay peligro. Vendrá esta noche y bajaremos juntos, de la mano. No tema, no sentirá dolor. Al menos no en exceso. Todo será tan rápido padrecito. ¿No le molesta que le diga padrecito? Esta noche lo llamaré por su nombre. Quiero que mi pecado tenga nombre.
Recuerde cuando llegamos al pueblo. Pasó mucho tiempo y todavía no ha caído en pecado. Me debe gratitud, padre. Si no fuera por mí, que lo impulsé a pecar conmigo, le hubiera sido imposible ocultarse. Porque de todas maneras habría faltado a la ley divina. Con cualquiera, pero lo habría hecho. Y no cualquiera lo hubiera ocultado. Yo sé lo que le digo. Usted sabe, padrecito. Sólo yo soy capaz de ocultarlo. Téngalo en cuenta. Para los demás usted será un mártir y sólo porque yo lo quiero así. Agradézcame, padre. Necesito su gratitud.
Ahora deme la comunión, quiero estar redimida hasta esta noche. No tengo nada más para confesarle. Permítame la absolución. Impóngame su ley, como desde siempre lo ha venido haciendo. Su ley divina, padre. Toda sola para mí, su hijita de dios padre. Dios madre, dios hija.
Comulgue, padre. Comulgue conmigo. Si me autoriza, puedo ofrecerle el cuerpo del señor. También bebamos del cáliz, lo necesitaremos para esta noche. Padre, no llore. Sonría que le queda bien. Los mártires no deben mostrar signos de dolor. Yo más adelante rezaré frente a su imagen. Dios me salve. A mí, reina y madre de misericordia. A usted, padre. A usted clamará esta hija de Eva, a usted suspirando, gimiendo y llorando en este valle de lágrimas. Pero que sea yo, padre, usted esté sonriente. Vamos, padrecito, dios me salve.

Son las armas del general
Nusud, 1992

a punto de ser aplastada por una señora gorda

LA SEÑORA SE sentía amenazada por mi paraguas. Mi paraguas es largo y la señora era gorda. Es decir que puesto el paraguas en forma horizontal era tan largo como ancha la señora.
En algo coincidíamos ella y yo. Las dos íbamos sentadas en el último asiento doble del colectivo. La señora del lado del pasillo. Había sol, cielo despejado. Y yo con mi paraguas. Cuando salí de casa no había sol y al no haber sol había posibilidad de lluvia. Es por eso que llevaba mi paraguas. Hacía tres días que no pasaba por mi casa. Tres tardes. La primera fue la tarde sin sol y desde entonces que no llueve.
Ese día no había sol. Además hacía calor. Y arriba la señora gorda. Toda encima.
Mi paraguas es largo porque en días así, de intenso calor, yo lo uso de bastón. También es útil en casos de señoras gordas que me arrinconan contra ventanillas de colectivos con asientos pequeños.
Ella podría sentirse totalmente amenazada por mi paraguas, pero mi situación era peor, totalmente amenazada por su cuerpo que ocupaba el asiento suyo y casi la mitad del mío.
La señora sigue encimándose, me arrincona contra la pared del colectivo. Auxilio. Es solo en ese momento de desesperación y ahogo que me decido y uso el paraguas. Parece que la señora también saca a relucir su gordura en momentos decisivos. Hasta entonces yo usaba mi paraguas en posición vertical, como pasamanos. Mientras estuvo en posición vertical, el paraguas no era largo, era alto. Altísimo, llevaba mis brazos muy arriba. Casi lejos de la cabeza. Pero ante la alevosía de los kilos de la señora, decidí que debía cambiarlo de posición. Y la posición indicada era la hortzontal. Ella exagera si dice que apuntándola. Mi paraguas es incapaz de apuntar a nadie. Ella apuntaba, con su brazo regordete y lleno de ropa.
Ahora que el paraguas está horizontal es tan ancho como las caderas de la señora. La punta, que no le apuntaba, se dirigía justo hacia los ojos. En cualquier frenada se le habría incrustado en la cara. Redonda, la carota de la señora, iba a quedar con un agujero enorme en el lugar de su ojo derecho. Tuerta, la señora estaría más contenta. Con la mitad de los ojos tal vez apreciaría la mitad de su gordura y la mitad de los futuros paraguas que la amenazarían más adelante.
¿Cómo me habría sentido ese día sin mi paraguas? ¿O al menos sin la mitad de mi paraguas?
De todas maneras, si había alguien en inferioridad de condiciones, era yo. A punto de ser aplastada por una gorda. En cualquier giro a la derecha habría quedado sepultada bajo la grasa de la señora. Claro que el paraguas me hubiera protegido. Actuando de barrera entre mi cuerpo y los cuerpos extraños que había dentro de ella. Porque cada miembro de la señora era como un cuerpo más. Con vida propia. Con peso propio. Y, ahora que lo pienso, no entiendo, cómo semejante cuerpo puede temerle a un liviano e inofensivo paraguas. ¿Habrá sido siempre enorme la señora gorda? Tal vez engordó de golpe. Una tarde de frío en que ella esperaba que hiciera calor. De pronto creció para defenderse de alguna lluvia inesperada.
Pero estoy segura de que mi paraguas es incapaz de lastimar a nadie, solo si me siento amenazada el paraguas actúa. Pero es en defensa propia. Porque él ya forma parte de mí, como la gordura. Ya forma parte de la señora. Mi paraguas está incorporado a mí como un tercer brazo. Si la señora sigue así, con esa actitud provocadora, prepotente y revulsiva, va a tener que procurarse un tercer ojo. Porque mi paraguas se contuvo pero no creo que haya muchos dispuestos a contenerse como el mío. La señora estaba descolocada de su asiento, ¿si no le alcanza con el suyo, por qué no usa el pasillo en lugar de usarme a mí? De almohadón para acomodar sus rollos absolutamente descontrolados.
El viaje era largo y en semejante situación parecía eterno. Dejé el paraguas en posición defensiva.
Decidí que lo mejor era tratar de dormir . Dejé entonces el paraguas en posición horizontal, a lo ancho del asiento. Fue ahí que me distraje. Parece que la señora roncaba. Era lógico. Semejante cuerpo no puede respirar normalmente. Lo cierto es que mientras yo dormía, la señora molestaba a mi paraguas con su ronquido. Entonces sucedió la tragedia de la cual acusan a mi paraguas. Inocente, por supuesto. En un ataque de descontrol y al verse desprotegido mientras cumplía con la tarea de protegerme, el paraguas, ante las reiteradas prepoteadas del cuerpo de la señora (porque fue la gordura, no la señora) aprovechó el revuelo de una frenada para incrustarse en su estómago. La punta del paraguas justo a la altura del ombligo. De golpe, no más, se introdujo en los tejidos de la señora.
La salud de ella no es lo que me preocupa. Solo mi paraguas. Que alguien se apiade de él. Que lo quiten de ese cuerpo. Porque está a punto de deshacerse a lo largo ya lo alto. Todo encima de mi paraguas.

Son las armas del general
Nusud, 1992

martes, 6 de enero de 2009

El día que me enamoré de Bioy


No recuerdo el año, pero ya lo encontraré en el archivo de El Gráfico. Recuerdo que quería hacer colaboraciones para esa revista, solo para ganar un dinero más, y que mi padre, director de El Gráfico por entonces, no quería que yo escribiera ahí por aquello del padre que contrata a su hija y esas cosas (es cierto también que no había cabida para mujeres en aquella redacción). Pero como es un tipo que no sabe decir que no, me dijo que sí, que hiciera una nota con Adolfo Bioy Casares. ¿Bioy? ¿Y por qué querría Bioy darme una nota para El Gráfico? Ahí, convencido de que Bioy jamás me daría la nota, mi viejo me explicó la afición deportiva de Bioy Casares, su amor por el boxeo, por el tenis... Me compré algunos libros del chabón y empecé a llamar a su secretario para pedirle la entrevista. Comenzó la bicicleta: que llame en otro momento, que ahora no, que mejor lo conversamos mañana. ¿A qué hora le parece?, repetía a cada evasiva y volvía a llamar, siempre un minuto después, de la hora señalada por el secretario o sobrino de Bioy. Pero un día me adelanté a la cita y tuve la suerte de que atendió el teléfono él. Yo no era Rodolfo Braceli que lo había entrevistado tantas veces que podía escribir 10 tomos de entrevistas con Bioy. No lo era ni lo quería ser. Pero era yo y le quería hacer una entrevista para poder entrar a colaborar en El Gráfico, así que me animé y le hice la propuesta. El viejo me dijo que sí inmediatamente y me invitó a su casa, en la calle Posadas, al día siguiente. Me apuré a estudiarme Bioy 1 y 2 y allá fui con Norberto Mosteirín, un fotógrafo que le llevó los guantes de Bonavena para hacer la foto "deportiva". Llegamos a horario pero Bioy estaba durmiendo la siesta. Para mí que fue el ratito de su protocolo para que tuviéramos tiempo de espiar su biblioteca y sus fantasmas.
Lo agarré cansado y viejo, al viejo Bioy, pero fue de los entrevistados más amables y humildes que tuve la suerte de conocer por mi oficio. No sé cómo hicimos pero hablamos como dos horas de deporte, puro deporte. Siempre recordaré que me confesó (todo el mundo lo sabía, pero el me lo confesó) que era un mujeriego empedernido, pero que a esa altura no podía más que invitar a las chicas a almorzar y conformarse con una buena sobremesa... "Ya estoy muy viejo, querida, que si no..." Y ese fue el día que me enamoré de Bioy.
Les pego la nota que publicó El Gráfico, aquí abajo. Debe haber sido una de las notas más cuestionadas de la década. ¿Bioy Casares en El Gráfico? ¿De qué puede hablar ese viejo, por favor?

_¿Cree en Dios, Bioy?_
_No creo en nadie. ¿Usted?_
_¿No le gustaría eludir el infierno, llegar al cielo?
_Solo transaria para ir al cielo si me aseguraran que allá voy a tener una cancha de tenis._
_¿Tanto le gusta ese deporte?
_ Fue una verdadera pasión en mi vida. Jugué desde los 14 años y lamento mucho haberlo dejado pero empecé a tener unos terribles dolores de cintura. El lumbago, que siempre me ha acompañado en la vida, después se convirtió en mi compañero permanente. Entonces temí que me pasara eso en una cancha de tenis y tal vez un poco por vergonzoso, preferí abandonarlo. Pero jugar al tenis es algo verdaderamente hermoso.

Jamás hubiera imaginado que Adolfo Bioy Casares era un apasionado deportista. Tal vez porque la única imagen posible de un escritor es la de un hombre sentado frente a una máquina de escribir, remington en su caso. Y en su “Invención de Morel” no había pistas acerca de esta pasión suya, o tal vez sí, y no le presté demasiada atención. Como tampoco le di importancia a un sitio recurrente en sus relatos. El “Buenos Aires Law tenis” aparece en “Un león en el bosque de Palermo” y en “El don supremo”. Y a poco de pensar supongo que aquellos jóvenes atléticos y crueles que perseguían a viejos gordos, blandos y benévolos en el original de "El diario de la guerra del cerdo”, tienen mucho que ver con el joven Bioy, correcto atleta que lograba con buen promedio los 100 metros llanos. Con “El héroe de las mujeres” logró distraerme del todo y no presté atención a las connotaciones deportivas que sus personajes pudieran tener. Como tampoco lo hice en “Dormir al sol”, acaso el libro preferido de Bioy Casares. La sospecha surgió cuando leí “El campeón desparejo”. La palabra campeón y el nombre del protagonista me llamaron la atención. El personaje central se llama Luis Ángel en claro homenaje a Firpo, mítico campeón de box. Entonces leí las memorias del escritor y lo entendí todo. El tenis y el boxeo aparecen como lugares comunes en sus recuerdos de juventud. Pregunté por ahí y me aseguraron que el mejor amigo de Borges, enemigo declarado del deporte, había sido un buen tenista, un disciplinado boxeador y que hasta había jugado muy bien al rugby.

-Miro tenis por televisión pero realmente nunca me gustó demasiado mirar deportes. Me ha gustado, en cambio, practicarlos. Es más sano. El tenis, además, me dio grandes amigos como Enrique Morea y Alejo Russel.
_¿Conoce a Gabriela Sabatini?
_Desde luego y me gusta mucho como juega. Me enoja que pierda tantos partidos con un tenis espléndido como el que tiene. Debe ser algo psíquico lo que le pasa a esta chica porque, indudablemente, su tenis es superior al de todas las otras.

Hace un año y medio una caída estúpida, como él mismo la describe, le provocó fractura de femur. "Parece que la rotura de femur es siempre ingrata y no se comporta diferente conmigo".
De aquel golpe quedaron incómodas secuelas. Un fuerte dolor los días de humedad y una renguera, probablemenete irrecuperable, lo acompañan desde entonces. Pero el anda, a los 80 años, con su renguera incorporada. Y se mueve con dificultosa rapidez. Le divierte pensar que la raqueta de tenis que llevamos para la producción fotográfica está casi tan deteriorada como la suya. Va en busca de ella pero, en su lugar, encuentra una de squash, que, opina, está en mejor estado. "Tambien jugaba al squash. Pero es un deporte que arruina al tenis porque tiene un golpe diferente, menos elgante que deforma los golpes del tenista". Después se siente honrado de poder tocar los guantes de Bonavena y confiesa que sus manos se perderían irremediablemente dentro de ellos.
_Boxeé en casa. Nunca llegué al ring. Entrené con un boxeador bastante conocido, campeón de peso liviano. Willie Gould. Venía a casa y boxeamos tres mañanas por semana.
_¿Qué se siente?_
_En muy poco tiempo uno siente que ha hecho mucho deporte. Pero una vez recibi dos cross en los oídos y me dio miedo. No me dolió pero sentí que era peligroso. Sostengo que son muy pocos las trompadas que duelen cuando uno boxea pero, aún así, esas pocas pueden ser muy peligrosas.
-Sin dudas usted admiró a Luis Angel Firpo.
_Para mi fue una desgracia personal que no le ganara a Jack Dempsey. No podía creerlo. Esa mañana, yo era muy chico, me levanté a la madrugada y esperé ansiosamente al diariero en la esquina de Vicente Lopez y Montevideo. Entonces me enteré con incredulidad y desolación de que Firpo había sido derrotado, había perdido el título de campeón del mundo, en Polo Grounds, Nueva York. En “La vuelta al día en ochenta mundos” Julio Cortazar cuenta que también para él esa derrota fue dolorosa.
_¿Es cierto que también jugó muy bien al futbol?
_Fui capitán. Nunca concerté matchs con equipos contrarios porque fui un pésimo capitán pero me gustaba mucho jugar. Llevaba la pelota fácilmente al arco enemigo y me faltaba fuerza en la patada para meter el gol.
_¡Que frustración!
_Era solo cuestión de resignarse a pasar a otro la pelota y quedarse mirando cómo hacía el gol.
_¿Es hincha de algún cuadro?
_No sé por qué pero nunca fue hincha de fútbol.
_El fútbol genera grandes pasiones pero también mucho odio._
_Sé que hay violencia en las canchas. Leí lo de la muerte de esos dos hombres en el partido de River-Boca. Me parece increíble. _
_¿Puede entender por qué suceden esas cosas?
-_Quisiera que me lo explicaran a mi. Yo no soy un sociólogo pero me parece algo horrible. Qué raro que gente a la que le gusta el fútbol haga esas cosas. No me parece propio de un espíritu deportista. Creo que el deporte nos enseña a ganar y a perder. Saber perder es realmente muy ingrato pero muy importante para la vida.
_También debe ser necesario aprender a ganar.
_Claro. Es importante saber ganar sin sentirse un rey, no tener menosprecio por el que ha perdido y saber perder sin dejar de sonreir. El triunfo y la derrota son solo suertes que llegan.
_¿Usted era competitivo?
_Creo que mi defecto fue no haber sido suficientemente competitivo.
_¿Por qué dice que es un defecto?_
_Porque estoy convencido de que para poder ganar hay que desearlo mucho. Tal vez sea eso lo que le pasa a Sabatini. No desea el triunfo.
_¿A Diego Maradona le estara pasando algo parecido?
_No lo sé. Opino que Diego es muy bueno. Me asombra lo bien que juega. A veces es una bolita de grasa jugando admirablemente y me parece increible.
_¿Qué otros deportes practicó?
_He nadado bastante bien pero fue algo ejercitado privadamente. Iba a Playa Grande, en Mar del Plata y nadaba todo el largo de la playa mar adentro. Al rugby jugaba bien, era rápido en tres cuartos. ¿Me deja que le cuente una anecdota?
_Claro.
_Con Borges y sus amigos hicimos una revista literaria que se llamaba “Destiempo”. Como casi todas las revistas literarias tuvo vida corta. Tres números. El primero no se vendió nada, el segundo tampoco y el tercero se agotó. Averiguamos cómo podía ser, por qué se había agotado. La habían vendido en una cancha de rugby diciendo: “Destiempo”, la revista para el asiento". La gente se sentaba en nuestra revista y se sentía más cómoda.
_¿Discutía con Borges por su afición a los deportes?
_Borges no era nada deportista, no entendía mi pasión por el deporte. Pero nos entendíamos demasiado bien en la vida como para tener una discusión que no nos conduciría a nada bueno. Además practicarlos jamás me distrajo de la literatura y lamento haberlo dejado. Ahora, claro, ya no podría pero creo que abandoné antes de lo necesario. Realmente yo me sentía muy bien, pisando fuerte en el mundo cuando hacía deporte.
_¿La literatura es más importante que el deporte?
_Creo que la literatura es más importante que nada pero eso no quiere decir que el deporte sea una cosa inferior. Al contrario. Debería arrepentirme de buena parte de mi vida si pensara así y no me arrepiento de nada. Me ha gustado mucho y si yo rejuveneciera milagrosamente, practicaría deportes.
-¿Y cree que los jóvenes deportistas deberían leer un poco más?
-Yo fui a la Feria del libro este año y he tenido una sensación muy agradable. Me encontré con una serie de jóvenes, casi diría chicos, que no solamente me pedían que les firme, porque eso sería el chisme, ellos me hablaban de los libros con interés como si realmente fueran lectores. He vuelto de la feria convencido de que hay muchos chicos que leen.
_Sin embargo se dice todo lo contrario.
_Yo creo que la gente lee. Los libros se venden, no puedo creer que los compren solo para tenerlos de adorno. _Borges decía que compraban su libros para regalarlos...
_Es una respuesta ingeniosa de Borges pero no es cierto.
_¿Lo extraña?
_Muchísimo. He tenido mucha suerte en la vida de tener un amigo como él. Me resisto a hablar en pasado cuando lo menciono.
_¿Se siente importante por ser quien es?
_No. Cómo me voy a sentir así. Me moriría de verguenza en el momento de sentirme mínimamente importante.
_¿Y qué siente cuando escribe?
_Trato de pensar en lo que estoy escribiendo y no en mi. No trato de lucirme y que los demas digan "Pero que riqueza de vocabulario tiene este Bioy" No. Creo que todos esos son caminos para equivocarse. Hay que escribir según lo que le pide a uno el texto que está escribiendo._

Los únicos lugares que frecuenta de su casa de Posadas y Callao son el escritorio y su dormitorio. En esas habitaciones conviven cantidad indefinida de libros, millares de autores. El preferido de Bioy es Leonordo Sciascia. "Un autor italiano que realmente recomiendo. He leído los últimos libros de él, mejor dicho leí todos los libros de él. Y es una pena. Me quedé, ahora, sin libros que leer".
Bioy se levanta a las 8 de la mañana pero recién se baña a las 10. "Me gusta hacerlo descansadamente. Me levanto temprano, al menos creo que para alguien que no tiene ninguna obligación es temprano". Después escribe, almuerza, duerme una buena siesta y vuelve a su escritura.
_¿Y cuándo lee?
_A veces me canso de escribir y leo. A veces me canso de leer y escribo.
_Que le da más placer: ¿leer o escribir?
_Es difícil contestar esa pregunta. Yo siento que tengo que escribir. No hay un día de mi vida en el que no escriba. Y no para cumplir un deber sino porque espontáneamente las cosas escribibles que se me ocurren me obligan a que las escriba. Pero leer, sin dudas, me gusta muchísimo.
-¿Cómo escribe?
_A mano y después le dicto a una amiga que toma nota en esa máquina espantosa que esta ahí.
La máquina espantosa e una maravilla que parece una pieza de museo y teclea a la perfección.
_Los escritores de ahora escriben en computadora.
-Parecería que sí. Yo tengo pereza de aprender.
_¿Ya no quiere aprender cosas nuevas?
_¿Qué cosas nuevas podría aprender?
_No sé. Dicen que todos los días se aprende algo nuevo.
_Y es cierto pero eso, generalmente, no es formulable en una palabra. La vida me enseña cosas. Me enseña a vivir como de golpe.
_¿Con quién vive, Bioy?
_Vivo solo.
_¿Le gusta la soledad?
_No. Pero eso no quiere decir nada. Tampoco me asusta.
_¿Cómo se siente?
_Muy bien. Me gusta mucho la vida y sigo muy contento. Me gustaría vivir para siempre. Si usted me trae un contrato para vivir indefinidamente, ni lo leo. Lo firmo asi nomás, a riesgo de que tenga cláusulas un poco incómodas. Mire, yo sigo siendo feliz a pesar de los golpes terribles que me ha dado la suerte. Sobre todo en los últimos tiempos.
Bioy se refiere a la muerte de su esposa Silvina Ocampo y la de su hija Marta Casares que se le sucedieron como una pesadilla continuada hace unos meses y lo dejaron "demasiado viudo", como él dice._
_¿Cómo se sale adelante?
_No lo sé. Es una especie de milagro. Seguir siendo feliz a pesar de todo.
_¿Existe la formula de la felicidad?
_No hay secretos para ser feliz. Es una cuestión temperamental. No hay que ser mal criado, no hay que creerse el centro del mundo y, entonces, permitirse estar triste por las cosas que a uno le pasan.
_¿Extraña la juventud?
_Claro que sí. Pero solo dos cosas: tener suerte con las mujeres y sentirme muy bien. Me he sentido espléndidamente en mi juventud.
_¿Entonces es verdad que usted fue un mujeriego empedernido?
_Creo que sí. Me encantan las mujeres. Me entiendo mucho con ellas. Me gusta, ahora que tengo una vida más ingenua, almorzar con mujeres. Les cuento lo que voy a escribir. Nunca les doy a leer lo escrito porque eso es un trabajo desagradable. Se cuenta que dos escritores sudamericanos se encuentran y uno le dice al otro: "Si me lee, le leo". Pero creo, en cambio, que contar historias no aburre porque es como contar un cuentito.
_Sigue tan guapo como siempre, Bioy…
_No sea macaneadora...

Ahora Bioy está demasiado cansado. Ha interrumpido su siesta y es un día de una humedad terrible. Su pierna no lo deja en paz. Me quedaría una vida larga hablando con él y, seguramente, su buena voluntad no le permitiría pedirme que me vaya. Pero provoca una sensación de culpa insistir con las preguntas. Saber que a pesar de las molestias físicas y el sueño el seguirá respondiendo. Decido apagar el grabador. No gatillar más el flash para las fotos.
_No lo molestamos más, Bioy.
_Ha sido un placer conversar con usted. Solo le pido disculpas por no haber sido brillante.

IP

Cuando Nacha Guevara no era Evita

No recuerdo para dónde escribí esta nota, seguramente fue para el sitio web Vendavalsur en 2004.

Desde unas semanas a esta parte se escucha mencionar la palabra cultura como si se tratara de un botín que pertenece a unos pocos mientras se lo disputan otros tantos. Se escucha desde hace semanas hablar de presupuestos y porcentajes, como si solo fuera cultura aquello que puede ser abarcado, auspiciado, declarado ado ado por las secretarías nacionales, provinciales y municipales que utilizan (a la pobre cultura) para acomodar sus “prioridades”. Prioridades que poco tienen que ver con la indigencia, el hambre y la pobreza de la que se conmueve el señor secretario de Cultura de la Nación, Torcuato Di Tella (“La cultura no tiene prioridad para el Gobierno ni para mí. La cultura es el gallinero de una casa que se quema”, La Nación 27 de mayo 2004). Parece insólito, sobretodo por la ingenuidad de la provocación, que un secretario de cultura declare que la cultura no le importa y siga siendo secretario de cultura. Sin embargo, lo que no se ha escuchado, no al menos en voz alta, es la repregunta obligada:¿Sr. Di Tella si la cultura no le interesa, por qué no renuncia?
Sucede que hay otra explicación, más profunda que recurrir al “me lo sacaron de contexto” que utilizó el funcionario cuando la Cámara de Diputados lo interpeló o al perfil provocador y risueño con el que lo intentó definir el ministro comodín de Kirchner, Aníbal Fernández. Deberíamos pensar que Di Tella hablaba de otras prioridades cuando mezcló gallinas con margaritas y chanchos con gallineros. Las prioridades de Torcuato tienen que ver con chicanas para repartir el poder, para repartirse el poder. Esa parece ser la única prioridad, al menos para el Sr. Enrique Albistur, secretario de Medios, quien insiste en fusionar a su secretaría, la de cultura en un esfuerzo patriótico para aunar prioridades. De ese modo sumaría 126 millones de prioridades a su cartera, la de Medios claro. Entonces los exabruptos de Di Tella no son tan ingenuos como parecen, pero no por eso dejan de ser vulgares y habríamos de creer que está defendiendo a la cultura, lo que defiende en todo caso, es su secretaría, sus magros 126 millones y su rinconcito de poder.

También se ha escuchado decir que el presupuesto nacional (72,000 millones) destina apenas un 0,17% a la secretaría de Cultura y se ha dicho esto, en muchas ocasiones, contraponiendo el escaso 0,17% de Nación al 4,5% que destina Ibarra para la secretaría de Cultura de la que, ya cree, es su ciudad. Cabría preguntarse más que cuánto destinan unos y otros (y cuánto aconseja la UNESCO -1% mínimo-) en qué se usa. Cómo y para qué. No da la sensación de que el gobierno de Ibarra se ocupe mejor del área con ese 4 y piquito más de presupuesto que dispone.

125, 124, 126 millones es poco. Si lo que hay que administrar es cultura. Ahora, si lo que hay que administrar es otra cosa y si otra cosa se traduce en favores personales… no resulta tan poco.

Se ha escuchado decir, además, que de esos 126 mancillados millones, el 80 por ciento se destina a sueldos como si A) Quienes trabajan para-por-desde-en- cultura no debieran cobrar por ello y/o B) No fuera posible revisar la nómina de ese personal.

Otra cosa que se ha escuchado decir, más que decir gritar casi hasta el alarido histérico, es aquello de cómo era posible que se levantaran los ciclos culturales de Canal 7: el de Cristina Mucci, el de Osvaldo Quiroga y el del mismísimo Torcuato Di Tella (el secretario de cultura al que no le interesa la cultura y sale a declararlo por si no nos hubíamos dado cuenta)… Otra vez cultura en la mesa de Albistur.
Lo que no se veía hace mucho tiempo es celeridad tal por reparar un bache, enmendar un error, recular una orden. Si el señor Aníbal Fernández se ocupara de las otras prioridades más priorizables a las que refería Torcuato con la misma velocidad con que repuso los ciclos de Canal 7, si hubiera encontrado un director para la Biblioteca Nacional con la misma efectividad, la Argentina dejaría de ser Argentina tan rápidamente que esta nota no tendría ningún tipo de sentido (si es que lo tiene).
Lo cierto es que de repente Mucci y Quiroga se convirtieron en los abanderados de la cultura. Popular, nacional y federal ya que es cultura que va por Canal 7 y, por tanto, a todo el país. De vez en cuando, entonces, los próceres llaman a Héctor Tizón a Jujuy y se sienten tranquilos por haber federalizado sus programas. Con Tizón en el estudio garantizan al menos federalismo y cultura. Y lo de popular se lo dejan a presidencia que con los fondos de cultura organiza carnavalitos en la Plaza de Mayo para festejar el día de la patria. Entonces garantizamos popularidad con Diego Torres, federalismo con Piñón Fijo -porque vino de Santa Fe- y cultura con la unión de los factores.
No es la idea hacer una crítica de los programas de Mucci y Quiroga, ni nadie dice que bien levantados estaban. Simplemente: la cultura no se acababa porque se acabaran ellos así como tampoco la cultura ha resurgido porque ellos siguen adelante con sus show televisivos. No es que de igual que estén a que no estén, aunque ¿por qué no puede dar igual? ¿Por qué estaría bien (o no estaría mal) que se levante el programa de agricultura y es para desempolvar el luto y asistir al funeral de la cultura en la Argentina que Cristina y Osvaldo se quedaran sin aire?
¿Cuál es?
La verdad es que ni Quiroga, ni Mucci, ni Albistur, ni Kirchner, ni Fernández, ni Di Tella estuvieron disputando un cacho de cultura, un espacio cultural, una cultura para todos... Lo que se estuvieron disputando y todavía se disputan son los penosos retazos de poder que quedan en la mesa de saldos.
Y seria de una inocencia inaceptable pensar que porque Quiroga y Mucci ganaron (Mucci además logró que el Estado financie su ciclo que hasta ahora había sido una co-producción) ganó la cultura y porque la cultura es de todos y la ley de transitividad nos ampara, ganamos todos; fundamentalmente porque sería estúpido pensar que esta haya sido una pulseada que perdió el gobierno.

También se ha escuchado más de un aullido de “¡No!” cuando se propuso a Nacha Guevara para ocupar la dirección ejecutiva del Fondo Nacional de las Artes que será conducido por el economista Javier González Fraga. No sabría qué responder a la pregunta ¿por qué Nacha sí?, pero se me ocurre preguntar ¿por qué Nacha no? Y en cualquier caso, ok Nacha no, pero: ¿a quién proponés? A quién proponés que diga que sí porque no debe haber mucho Quijote queriendo semejante Sancho Panza.
También se ha escuchado decir que el marido de Ana de Skalon (directora de noticias y no ficción de canal 7, pareja de Miguel Bonasso) esto y la mujer de Don Torcuato (la señora Pilates) aquello. Como si no fuéramos pocos, nos conociéramos mucho y estuviera claro para todos que Skalon deberá rendir cuentas acerca de su gestión más allá de lo legislador y Bonasso que pueda ser su marido y Torcuato debería cumplir con lealtad y patriotismo sus responsabilidades por más Tamara que resulte su pilates, digo su mujer. Es una chicana tan barata buscar el error en la vida conyugal de estos funcionarios de estado que nadie debería haberse permitido usar la relación más que para el chiste fácil con el dudoso efecto que puede tener, incluso, el chiste fácil.
En definitiva, se ha escuchado demasiado bla, bla, bla. Mucho ruido y pocas nueces (y más nueces que cultura). Lo que no se escucharon –ni en los medios, ni en la cámara de diputados, ni en las ruedas de prensa de Aníbal Fernández, fueron propuestas. Lo que nadie preguntó con la debida insistencia es cuáles son las políticas culturales de éste gobierno (y ya que estamos podríamos hacer extensiva la pregunta al gobierno de la Ciudad de Buenos Aires que tampoco explica mucho, menos aún con transparencia, en qué utiliza el 4,5% del presupuesto total que se destina a su secretaría de Cultura). Y hasta suena incorrecto hablar de políticas culturales. Habría que hablar, quizá, de las no-políticas culturales. De éste gobierno y de los anteriores.
Mientras Di Tella se interesa por otras cosas, Nacha decide si asume con taco aguja u overol y el secretario de medios se refriega las manos esperando los buenos resultados de su estrategia, están los que siguen generando espacios verdaderamente culturales, los que buscan y abren camino. Mientras esperamos que se pongan de acuerdo y limen asperezas, están los que siguen bailando, actuando, volando, soñando, escribiendo, publicando, filmando y todos los gerundios que el arte (sin el fondo nacional de…) pueda permitir. Acaso de eso se trate la cultura, aunque no por eso debemos permitir que quienes reparten la torta, ni siquiera se interesen por la torta, ya no se conformen con nada y hasta quieran robarnos la frutilla.

¿Será necesario?

(Columna sobre las políticas culturales para Vendavalsur en 2004)

¿Será necesario explicar que ser crítico de la actual gestión de la Secretaría de Cultura no implica, de ninguna manera, adherir a gestiones anteriores?
¿Será necesario decir que estar indignado por las mediáticas declaraciones de Torcuato Di Tella, acerca de su desinterés por la cultura, no significa creer que a los secretarios pasados sí les importaba?
¿Será necesario escribir que tenemos claro que si las cosas hoy están peor es porque antes se hicieron sistemáticamente mal?
¿Será necesario sugerir que el hecho de que los demás hayan robado todo (y un poquito más también) no legitima a los actuales a llevarse nada, ni siquiera la peor parte?
¿Será necesario?

¿Hay que argumentar por qué el hecho de no reconocer a Mucci o a Quiroga como abanderados de la cultura nacional no es lo mismo que desconocer su aporte cierto a la difusión de la cultura? (Aporte más de unos que de otras, por otra parte).
¿Hay que evitar comentar que Cristina Mucci entrevistando a Pacho O´Donnel es pesadillesca y aburrida? Para participar del mundo de la cultura ¿hay que soportar a Los Siete Locos de Mucci aunque lo único que ella haga sea presentar una y otra vez a los mismos personajes ya aprobados y gastados por el mercado cultural? ¿Hay que aclarar que no consumir la oferta del mercantilismo cultural no significa otra cosa que lo que significa: no consumir falsa cultura envuelta en pack de todo por $2 y distribuida en supermercados?
¿Hay que aplaudir al señor Jorge Coscia, presidente del Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales, porque intenta hacer las cosas bien, simplemente porque está haciendo lo que se espera de él o de todo aquel que ocupe su cargo?
El gesto de impulsar una ley de protección al cine nacional es interesante, pero ¿no es, acaso, sólo un gesto? Evidentemente un gesto es mucho más que ningún gesto, pero ¿de verdad hace falta aclararlo?
¿Realmente es necesario explicar que el hecho de que no ovacionemos hoy a Coscia no quiere decir que ayer hayamos aplaudido la deplorable gestión de Julio Marbiz al frente del Incaa?
En cualquier caso es un alivio saber que en un futuro no muy lejano se podrá ir al cine a ver otro filme que no sea Harry Potter. Será un acontecimiento mágico para la experiencia cultural de todo hombre de buena voluntad que pise suelo argentino. Pero ¿querrá eso decir que cualquier película argentina es mejor que Harry Potter? Si tengo la opción (y me gustaría poder ejercer el derecho a tenerla), me quedo con la peor película nacional, pero ¿no significa eso que ya hemos llegado al peligroso punto en el que preferimos cualquier cosa? ¿No estará ahí la trampa? ¿No será que el verdadero enemigo pretende que llegado este punto cualquier cosa no resulte mejor que Harry Potter y que Harry Potter nos resulte mejor que nada (aunque el ayuno en algunos casos favorezca claramente al organismo)?
¿Valorar el cine nacional significa alentar cualquier ejercicio universitario que lleve el sello “made in Argentina”?
¿Realmente es pertinente decir que aunque la actual programación de Canal 7 es inferior a la de cualquier canal de cable, sigue siendo preferible a la ATC que desmanteló el señor Gerardo Sofovich en la década menemista?


¿Habremos llegado al punto en que hay que explicarlo todo?
¿Habrá que decirle al lector que Isabel Allende no es literatura, que mesa redonda no es sinónimo de debate serio, que quejarse de una gestión no es adherir a otra, que “Un argentino suelto en Nueva York” no es arte aunque el Incaa la haya subvencionado, que el cine es arte, pero que no todo arte es cine, ni todo cine es arte así como no todo conjunto de letras contenidas entre dos tapas rústicas es literatura aunque las envase la editorial más poderosa del planeta?

¿No será que quieren que aclaremos para que oscurezca?
Como será de absurda la situación que hay que detenerse a enumerar tanta obviedad. Qué difícil se va haciendo caminar. Ojalá no sea una herramienta más del sistema. Dormirse en la desidia refugiados en el paraguas protector de los que estuvieron antes que llegaran ellos. Porque está clarísimo que los que llegaron antes hicieron de todo lo que tocaron -y lo tocaron todo- un lugar mucho peor.

IP

Horacio González en su laberinto

(Realicé esta entrevista a Horacio González cuando acababa de asumir como subdirector de la biblioteca nacional, fue para el sitio web Vendavalsur en el año 2004)

Asomarse al balcón para espiar las ruinas de la Biblioteca Nacional es el doloroso paseo por un edificio abandonado con un número exagerado de empleados igualmente abandonados que deambulan entre libros que a nadie le importan. Una reproducción a escala de la Argentina: poco presupuesto, reminiscencias de tiempos lejanos que fueron mejores, robos, incoherencias y gremialistas de distintas ramas que entorpecen el funcionamiento, fuerzan renuncias y establecen delicados niveles de tensión, a veces inabordables. A esta Biblioteca laberíntica , casi imposible, llegó Horacio González como subdirector, secundando a Elvio Vitali.
_¿Por qué aceptó, Horacio?
_¿Viste lo que se dice en estos casos?, bueno, ya lo dije todo: fue fácil convencerme, estaba en un momento de debilidad, tenía la moral mal custodiada, es un interesante desafío …
_Más que interesante, el desafío parece imposible.
_¿Me preguntás si es difícil?: sí, es difícil. Esta es una institución problemática que no se ha repuesto de sus crisis sucesivas. Yo era profesor universitario y la universidad, salvo las clases que son un momento único, es un lugar en donde el Estado aparece de una manera más lejana, volátil. Está esfumado y por lo tanto uno no es considerado funcionario sino profesor. El profesor, en el fondo, es la ilusión de la crítica al funcionario porque está más cerca del militante que del funcionario. El docente permanece en el medio, es como un péndulo.
_¿Y por qué no se quedó pendulando?
_El profesor universitario contemporáneo ocupa buena parte de su tiempo pidiendo subsidios, becas, reclamos salariales (todos justos y en general mal atendidos); vive llenando planillas, trabaja con modelos de investigación que le llegan configurados; recibe, aunque no ha sido mi caso, un conjunto de estímulos salariales llamados incentivos... Entonces la actividad del profesor, que imaginariamente está más cerca del militante social, en los hechos se acerca a la del funcionario. Además, desde el punto de vista del conocimiento, el lenguaje universitario se parece cada vez en mayor medida al ministerial. Todo esto no es una fuente de satisfacción para los que estamos en la universidad. Buena parte de lo que se habla, de lo que se dispone en términos de conversación o de conocimiento, tiene un fuerte compromiso con gente de la cultura, vale decir con cosas ya dichas, cimientos profundos y recalcados que están ahí como un basamento de granito. No hay por qué ignorarlos, ni dejar de usarlos, pero la tarea del profesor se convirtió en un anexo de cierto despotismo informático: la universidad de masas, el conjunto de las evaluaciones, las calificaciones y las categorizaciones pasadas al lenguaje informático generan una forma de poder no tradicional, pero no por eso interesante.
_Cambió radicalmente la perspectiva, se cruzó de vereda…
_Teniendo en cuenta todo lo que expliqué, dije sí rápidamente. Sabía que al aceptar me convertía en funcionario, pero acepté ser una cosa sin dejar de ser la otra y percibí que la dimensión del funcionario puede pensarse en términos más libertarios.
_No recuerdo experiencias de funcionarios libertarios exitosas en la Argentina.
_Los intentos han fracasado porque en general se basaron en aspectos teatrales, una especie de coreografía diferente al lenguaje administrativo . En ese sentido respeté todo: las chicas me pidieron que me hiciera un sellito, me resistí tres semanas, pero lo hice. Y bueno… tres semanas libertario fui.

Horacio se ríe de sus propias dificultades para aceptar hasta los rituales más ingenuos que vienen incorporados con su interesante desafío. Cuando quiere referirse a sus secretarias dice “las chicas” como si así dejaran de ser secretarias, desde el conmutador le pasan las llamadas directamente a él, la disposición de las cosas en su despacho evidencian que prefiere reunirse en lugares menos oficiales. Su escritorio permite adivinar que nunca se sentó del lado del subdirector: “La verdad es que no, me da miedo ese lugar. De todas maneras creo que Elvio sí debe usarlo, es necesario dar una imagen de creencia en esta institución tan desvalida”.
¿La experiencia del arquitecto Levingston en el Centro Cultural Recoleta sería un buen ejemplo de lo que no quiere como funcionario libertario?
_Claro, esta cosa del funcionario surrealista que para demostrar que sigue siendo la misma persona informal traslada esa informalidad a actos de gobierno. No estoy de acuerdo porque creo en la gravedad de la ceremonia que me parece un rasgo cultural muy fuerte.
_El Presidente, sin ir más lejos, suele quebrar protocolos y descreer de la importancia de rituales y ceremonias.
_Un poquito tiene el rasgo de mostrar lo que llamaremos “el lado humano”. Sin embargo, la fábula de la transgresión durante el menemismo es un ejemplo mejor: bailar el tango por televisión, jugar al fútbol en Vélez Sarsfield, correr con una Ferrari… La transgresión, que debe ser un valor renovador y dócil, durante el menemismo malbarató el nivel cultural del país, convirtiéndose en un pretexto para demoler valores. Entonces ahí también la descarto, como descarto la transgresión tipo Nacha Guevara.
_Se refiere a las declaraciones que ella hizo en Clarín según las cuales el Presidente les pidió que fueran transgresores, Nacha en su función al frente de El Fondo Nacional de las Artes, ustedes en la Biblioteca.
_Dijo Nacha que estaba con “otra gente de la cultura”: éramos cuatro en la mesa de la presidencia cuando aceptamos y efectivamente Kirchner pidió eso. No me pareció una expresión afortunada, creo que es una palabra que no recuerda lo mejor de la historia del uso del Estado para la innovación de la imaginación.
–A pesar de todo, se lo ve admirablemente optimista.
–Mirá en que lindo edificio trabajamos…
– ¿Le parece?
–Me gusta porque para Buenos Aires es todo un atrevimiento el proyecto arquitectónico de Clorindo Testa.
– ¿La Biblioteca no requiere una edificación más funcional que atrevida?
_Funcional no es, pero una vez que entrás a la sala de lectura se entiende que no es un lugar cualquiera, con una vista de Buenos Aires única.
_Subí cinco pisos por escalera porque el ascensor no funcionaba, logré encontrar a alguien que no estaba de mal humor porque le pagan poco, mal y nunca o porque a pesar de estar mal pago no perdió la buena voluntad y acertó con el contenido de las fichas; descifré el sistema y llegué a una cosa que se asemeja a la idea que tenía de un libro… Entonces sí, me hice amiga de la Biblioteca porque la vista es incomparable, pero ¿serán muchos los que llegan?
_Cuando llegás al quinto círculo del infierno te sentís recompensado, ahí están todos tus enemigos flotando en un mar espantoso… pero con una vista impresionante.
_ ¿Por qué cree que el Presidente lo llamó con tanta determinación?
_Me pareció que era una pequeña señal. Si el gobierno fuera débil no llamaría a una persona como yo.
_ ¿No puede terminar en un gesto transgresor del estilo K y nada más?
_No me cae mal el estilo presidencial, que una figura presidencial, la máxima encarnación del poder en un país, llame por teléfono puede ser un gesto olímpico de Zeus o un gesto democrático de alguien que aparta las mediaciones para llegar al ciudadano común.
_ ¿Realmente no desconfía de las intenciones?
_No lo interpreté como el gesto olímpico, soberbio, del que desde arriba define destinos, no me vi a mí mismo como a alguien cuyo destino era redefinido axiomáticamente. Acepté porque estaba cansado de ver el mundo desde la universidad y quería ver a la universidad desde una parte del mundo que no es tan ajena: la Biblioteca. Analizar a la universidad desde un estrato más relevante y observar si desde la idea de funcionario se podía hacer una tarea que no fuera transgresión a lo Nacha Guevara.
_ ¿Cómo sería esa tarea?
_El uso de una cierta parte del juego estatal para la imaginación y la creación cultural es un desafío interesante, posible. A partir de ese concepto empecé a imaginar cosas.
_ ¿Qué cosas? ¿Cuál es el proyecto de la nueva gestión?
_Todavía no hay en marcha nada, hace un mes que estoy acá y primero tengo que charlar, conocer la Biblioteca y empaparme del sistema laboral.
_Un sistema complejo.
_Estoy incorporando la noción de un mundo casi fabril, donde el trabajo es escaso. Hay una desmoralización muy grande, como en todo el Estado. Entonces el funcionario libertario debe crear motivos de destino, de interés en el trabajo.
_ ¿Además de un cargo con su paquete de problemas qué le dio el gobierno?
_Absolutamente nada, por eso temo. Hasta el momento yo era alguien que participaba en ciertos debates, tenía una voz social que temo perder. Todavía no me han reclamado en esos términos, pero soy conciente de que puedo pasar por oficialista.
_ Asumí un riesgo muy fuerte. Si esto fracasa, que no está alejado de las posibilidades reales de la Argentina, será el fracaso de un intento por dar otra versión de la Biblioteca Nacional, algo lamentable para nuestra situación cultural.
_ ¿Cuál es esa nueva versión?
_Una mirada cultural interesada en la Biblioteca. Hasta ahora nos dedicamos a ordenar las líneas de trabajo y a tratar con profunda dedicación y sentido del equilibrio con los gremios, una fuente de tensiones permanente que, por distintas razones (todas comprensibles), el nivel salarial y la actividad propia de la vida sindical argentina (muy rica en significaciones), es una fuente de movimientos…
_ ¡Sísmicos!
_Por el momento la escala de Ritcher dice que no es grave. Le tengo más miedo a la situación de inacción a la que te puede llevar el no saber tratar con sensibilidad la cuestión interna mas allá de que contemos con las ideas adecuadas.
–Por más ideas libertarias que traigan corren el riesgo de no poder hacer nada.
_Encontré el lugar para algo inspirado y aventuresco. Por el momento no veo lo contrario, aunque noto que lo que pensé que iba a surgir rápidamente no está surgiendo. _ ¿Con qué paso se sentiría recompensado en el riesgo asumido?
_Quiero poner en el centro de la Biblioteca las corrientes contemporáneas. Acá se hacen muchas presentaciones de libros y demás: me gustaría enhebrar eso en ámbitos de buenas conferencias. Los temas de la Biblioteca no tienen que resignar su lugar a los que se proponen desde afuera que son muchos y tienen buena acogida, aunque son propuestas eclécticas, propias de la actividad cultural de Buenos Aires.
_Se hacen demasiadas acciones de salida cultural que no dan con el perfil de lo que quiere hacer.
–El Estado ofrece sus instalaciones. Bien o mal es un recurso que le da amplia aceptación. Nos gustaría lograr una coherencia que nos permita convivir. La cultura y la mirada de la Biblioteca responde al esquema de un país pensado como memoria y legado cultural. La idea es sacar a la Biblioteca de ese rasgo de una interpretación de la cultura dominante que es colocarla en el lugar de prestigio, de Borges sacado del anaquel reluciente… Todas las gestiones tomaron a la cultura como un lugar de exposición, de intercambio y de embelezo del material ya constituido, no vieron que la Biblioteca debe tener un papel crítico. Hasta aquí ocupaba el lugar complaciente de una dependencia del Estado que presta las instalaciones, un lugar cómputo de las excelencias de una historia acumulativa donde cierta vez hubo un Groussac, otra vez hubo un Borges y después no mucho más.
_Una Biblioteca que ha vivido de famas prestadas, ceremonias y plaquetas.
_Con lo interesante que puede ser eso visto años después, el aspecto de cofre cerrado que tiene la Biblioteca debe ser revisado generando en su ámbito fuertes debates culturales. Hay que defender su espacio como un lugar de atracción de juventud, de investigadores, de gente que venga no sólo a usar su servicio, sino a pensarla como un hecho dramático de la cultura.
_Un lugar de ida y vuelta…
–Claro, donde hay libros que están, libros que se pierden, inesperadas apariciones de otros que parecían perdidos, incluso libros robados, un drama que hasta si se quiere tiene su interés, empezando por Roberto Arlt , El ladrón de libros. Me parece que vista así la Biblioteca adquiriría nueva vida. Simplemente hay que ordenar sus andamios, sus cimientos, las relaciones interpersonales quebradas.
_Pareciera que no alcanzan las próximas diez gestiones para acomodar tanto…
_La maquinaria estatal que veo acá está oxidada, desvencijada, llena de imposibilidades, generan altos y su propia imposibilidad permanentemente. Imagino que si todo el Estado fuera así, sería imposible gobernar.
_ ¿Acaso no es todo el Estado así?
_ ¿La Biblioteca como una metáfora del país decís? No soy ingenuo, no llegué sin saberlo, pero ahora lo sé sentado en estas sillas. Supuse que había más iniciativa del Estado, cierto impulso no tamizado con estos problemas, estas broncas, esta actividad casi tribal de los grupos gremiales. La Biblioteca es una combinación de presiones, un cumplimiento de axiomas… El expediente del Estado tiene que tener un lado libertario, sino lo que no termina en represión puede acabar en computar pensamientos sociales alternos y ese no es el rol del Estado. Así ves como me convertí en alguien que trata de salvar lo insalvable y creí que la Biblioteca era un lugar desde donde trabajar para hacer pensar y participar en la recuperación de la iniciativa cultural.
_ ¿Se podrá apretar algo abarcando tanto?
_Es una pena no saber más de bibliotecas para ser expeditivo. Estamos aprendiendo en una especie de fábrica donde la división de trabajo es muy compleja, incluso excesiva : tiene la misma división que Microsoft, diría que el organigrama de ellos debe ser más simple.
_ ¿Cuántos empleados hay?
_Unos 360. El cuerpo laboral no es, precisamente, el que describía Marx en El Capital: todos explotados pero trabajando.
_Más empleados que consultas, se me ocurre.
_El archivismo, la biblioteca, el atesoramiento de libros, el coleccionista como ser oscuro es algo que respeto sinceramente, pero tiene que tener un segundo movimiento que es restar eso en una trama laboral visible, pública y moderna. Ahí reside la esencia de nuestra tarea.
_ ¡Hay que encontrarle lugar a 360 trabajadores!
_Ya aparecen pequeñas hebras por dónde tirar así que no te vayas desilusionada.
_Pensé que iba a encontrar un clima de mayor euforia.
_Lo que te dije eufórico no es, pero resulta esperanzador. Se respira un clima mejor y la nave está poniéndose en marcha.
_ ¿Se arrepintió de haber aceptado el cargo?
_No, no, no… Pero tampoco lo diría, di un paso fuerte, no está mal hacer una experiencia en un lugar de alta tensión.
_La Biblioteca le proporciona el desafío de superar altas tensiones para redimensionar la mirada cultural, usted que le da a la Biblioteca?
_Cierto impulso juvenil y alguna idea libertaria.

Horacio González se propone cambiar las acciones culturales de la Biblioteca Nacional, convertirla en un lugar con iniciativa para que deje de ser un organismo de Estado que cede su espacio a cualquiera a quien se le deba un favor. Sueña con despolitizar y bajar de los anaqueles a la cultura nacional. Si lo consigue, no será poca cosa. Después de ese paso fundamental, corajudo, encontrar un administrador de buena voluntad que le pase el plumero a los libros y distribuya el trabajo entre los 360 empleados será lo de menos.

Ingrid Proietto

lunes, 5 de enero de 2009

Presentación de "Son las armas del general"

(El que pego aquí es el texto que escribió Amalia Carrozzi para la presentación de Son las armas del general, el libro de cuentos que publiqué en 1992).

Les quiero contar la experiencia fascinante que ha sido para mí la lectura del libro de Ingrid. Que un libro nos deslumbre, es algo que sucede muy pocas veces, mejor dicho, poquitísimas veces .
Y cuando eso sucede, una sea alegra. Tanto, que es capaz de restarle importancia –y con merecida razón- a esa desoladora congoja que le quedó enredada adentro, revolviéndose más acá de las páginas ya cerradas del libro.
Porque leer el libro de Ingrid, es una experiencia fascinante, sí, pero demoledora.
Quiero decir, cuando accedemos al núcleo de su narrativa, cuando después de disfrutarlos, apartamos esos deslumbradores velamientos que nos prometían unos textos burlones, divertidos, fantásticos por momentos, somos colocados en una realidad no sólo muy próxima, también extremadamente cruel, de la que no podemos salir sino devastados.

Quiero arrimarles estas impresiones de viaje por esa prosa que tiene brillo, solidez y pureza de diamante. Creo que es por eso que la fascinación se instala muy rápido. Frente al preciosismo se sostiene también y hasta llega a un punto en el que está pronto a inmovilizarnos en medio de la lectura. Pero la fuerza de ese horror que ya estamos olfateando sumado a la encantadora música del estilo pulido y envolvente como el de las flautas con que los viejos pescadores engañaban a las rayas para atraparlas de un garrotazo es la que nos arrastra, nos condena hasta el final, nos quita la posibilidad de detenernos.
Y miren que curioso. A esta altura del relato recuerdo las palabras del capitán de una canción de Laurie Anderson: “Pongan la cabeza entre sus manos, pongan las manos sobre los ojos…” Que no suene como una advertencia, aún. Supongo que es porque de algún modo los estoy llevando, estamos cayendo juntos, en esta aproximación al universo de Ingrid.
Los recursos: oraciones breves, aseverativas; un texto que es puro diálogo, cuando sabemos que esa es la forma discursiva de mayor sencillez y claridad porque cada réplica nos va llevando a conclusiones específicas. Personajes tan tranquilizadores como un señor y una señora Fernández –que no son parientes, aclara Ingrid- el protagonismo de una panza o un monólogo telefónico, incluso la visión del mar y el personaje diciendo “mirar el mar no me da ganas de escribir, me da ganas de ir al mar”, un cotidiano viaje en colectivo al lado de una gorda, el aspecto risueño de un paraguas capaz de actuar por cuenta propia o el grotesco busto de la generala: todo es velo.
Es velo y es destello detrás del velo el juego con las palabras, la disrrupción permanente en el sentido, el riesgo de ir por los atajos, burlarse, ironizar. Y es en esto que reside la originalidad de los textos. Porque no estamos enfrentados a un magistral manejo de recursos en el plano verbal, cuyo mayor pecado de redundancia sería el vaciamiento de sentido, sino que estas veladuras, Ingrid las ha puesto ahí para encantarnos, sí, pero también para ser arrancadas. Para alcanzar el sentido.
Y aquí vuelve la voz del capitán: “Pongan la cabeza entre sus rodillas, pongas las manos sobre las caderas…”
Esto sí es una advertencia: la realidad de la que comenzaremos a ser testigos, es feroz.
No es un mundo solidario, claro. En “Que recen por mí, por ellos”, por ejemplo, asistimos a la escena donde un ventilador secciona los dedos de la protagonista. Y esta, a su vez, mientras sangran su dedos, presencia como se incendia un hombre en su bote, que a la vez está siendo mirado por su madre que está a punto de ahogarse. Ninguno es capaz de hacer nada por nadie, ocupado en su propio dolor. Que recen por mí, por ellos, dice a modo de solución final la protagonista.
Tampoco hay cabida para el amor y si se lo nombra, es para llamarlo desconcierto o no correspondencia u olvido y mortal espera.
Lo más conmovedor, sin embargo –y quizás a eso responde cierta sensación de agobio, cierta flaqueza que tendría que ver con esa inmovilidad de la que hablé antes, pese a que entonces me refería a un diamante- es que se trata de una realidad inexorable (“Imposible escapar a las aletas del ventilador, al agua, al fuego…”).
Cada escenario de relato incluye una referencia casi permanente a poderes instituidos y un dar como por sabida la violencia con que estos de un modo u otro se nos imponen. Pero la contradicción acaso más revulsiva de los textos, es que los exponentes de estos poderes aparecen singularizados y revestidos de una ajenidad y hasta inocencia conmovedoras.
Hablo del padre de “Padre nuestro, pésame”, del general, del capitán de Fragata, de las vecinas de mirada discriminatoria, de la gorda del ómnibus que encarna en sus gruesos segmentos corporales, muchos cuerpos prepotentes que intentan hacerse lugar. Hablo del Arcángel Gabriel, director de las potestades celestiales…
Frente a esas estructuras de poder, ese abstracto de las instituciones, podemos reconocer dos actitudes básicas que trasmiten los relatos:
-En principio, la desjerarquización de ese poder (Un ángel desorientado, jueces burlados o expulsados de su oficio, generales traidores que pierden sus armas), la exposición de una debilidad casi inexorable presentes en ellos (la tentación del padre en Padre nuestro, pésame) o la degradación por el absurdo (el caso del capitán de fragata que se suicida rodando por las escaleras o su búsqueda desconcertada).
-Y en segundo término, la rebelión. Aquí los personajes asumen una resistencia que no tiene nada de pacífica. Es provocar (los cuerpos vestidos que desafían al desfile de cuerpos desnudos), es arrastrar en la caída (al pecado, en Padre Nuestro, Pésame), es golpear, enterrar en el cuerpo de la gorda el paraguas, es callar sin denunciar, las armas que la generala lleva ocultas en su busto. Es el diente por diente, es una ferocidad que se nos enrostra exaltada teniendo en cuenta la desvalorización a la que han sido confinados esos singulares exponentes del poder.
Esta rebelión, es solitaria y no es, en absoluto, salvadora. Es como una especie de disfrute individual que gana a los protagonistas, en los que no encontramos ni remordimientos, ni culpas.
Al fin y al cabo –y esta es otra y quizas la más alucinante de las proposiciones de los textos- esos seres que se oponen entre sí, no siempre son personas –personajes- sino fragmentos, segmentos corporales, cuerpos, restos, reflejos, funciones: la humanidad parecería no ser patrimonio de nadie.
En semejantes escenarios, esto sí es obvio, tampoco puede estar ausente la muerte, destacada en toda su absurdidad.
En general acontece de un modo inesperado. No está remarcada como un tiempo/espacio trágico, sino desconcertante y lo que es peor, reflejando una espantodsa continuidad. Así vemos al capitán de fragata buscando angustiosamente a Mariel a quien no puede reconocer allí porque su estado civil ha sido “legalizado”. Ya no es la amante sino la viuda. O el obsesionante diálogo entre el arcángel y el personaje que investiga una muerte.
Bien, esto es sólo una parte, quizás, sí, la más representativa. Las debe haber en todo viaje. Pero les cuento que podría seguir, que hay muchas y diversas situaciones para seguir hablando, trasmitir eso que he llamado desde un principio fascinación desvastadora.
Ingrid, como un general que maneja a la perfección las armas narrativas, ha logrado que las emociones circulen adentro de una con un filo de absoluta perfección, porque –creo que esto no se los he dicho, pero lo deben haber notado-, sus personajes parecen haber sido vaciados de ellas para que se depositen sin ninguna piedad sobre nosotros.
Y para cerrar, porque pretendí que este fuera sólo un breve resúmen, quisiera particularizar sobre uno de los relatos que no es, casualmente, uno de los últimos. Se trata de “Atarse al mar”. Lo menciono a manera de corolario, porque encuentro allí una alegoría –siempre narrada con ese peculiarísimo estilo- de lo que puede sucederle a un escritor cuando va al fondo de las cosas. La tentación de hundirse ahí, en ese mar, con su máquina y no salir, es mucha. Hasta la narradora lo dice: “Llamaría a los bañeros para que no me dejen salir, para que se ahoguen conmigo”.
En su lucidez que la ha llevado hasta el fondo, está –como nosotros lo estamos del otro lado, leyendo- aterrorizada. Y el costo, enorme, es no poder seguir escribiendo.
La otra razón por la que también he querido destacar este relato, es porque sólo aquí es donde Ingrid se permite el primer gesto solidario de su libro. Aunque, claro, al principio se resiste, trata de escapar.
Pero luego, sin darnos demasiadas explicaciones del por qué, va cediendo y deja que nosotros, sus lectores -¨los bañeros¨- rescatemos primero su máquina y después la rescatemos a ella para que pueda volver a escribir.
Y así, por ese gesto, ella vuelve al fondo, pero ahora para sentarse frente a la máquina. Y nos reclama silencio. “Porque estoy escribiendo. Bajo la mancha negra que se disuelve de a poquito sobre mi máquina de escribir…”.

El chancho Pepe

Yo sé que la culpa no la tiene el chancho. La tiene el que le da de comer. Sin dudas. Y no es teoría. Es así. El chancho come porque tiene hambre. El que le da de comer, le da de comer para después vendérselo a otros que lo adobarán, aún más, y se lo comerán a su vez. Qué chanchos.
Pepo, el chancho que come y come sin parar desde hace días, lo hace aún sabiendo que morirá desbordado de alimento en unos días. Lo sabe de memoria, intenta evitarlo, pero es difícil no comer cuando se arrastra tanta hambre. De modo que engulle sin parar.
Pobre Pepo, dice el chancho que le da de comer al chancho Pepo. Vivir así, morir igual.
Y le acerca un menú cada vez más tentador.
Margaritas a los chanchos. Para Pepo, de color.