martes, 6 de enero de 2009

El día que me enamoré de Bioy


No recuerdo el año, pero ya lo encontraré en el archivo de El Gráfico. Recuerdo que quería hacer colaboraciones para esa revista, solo para ganar un dinero más, y que mi padre, director de El Gráfico por entonces, no quería que yo escribiera ahí por aquello del padre que contrata a su hija y esas cosas (es cierto también que no había cabida para mujeres en aquella redacción). Pero como es un tipo que no sabe decir que no, me dijo que sí, que hiciera una nota con Adolfo Bioy Casares. ¿Bioy? ¿Y por qué querría Bioy darme una nota para El Gráfico? Ahí, convencido de que Bioy jamás me daría la nota, mi viejo me explicó la afición deportiva de Bioy Casares, su amor por el boxeo, por el tenis... Me compré algunos libros del chabón y empecé a llamar a su secretario para pedirle la entrevista. Comenzó la bicicleta: que llame en otro momento, que ahora no, que mejor lo conversamos mañana. ¿A qué hora le parece?, repetía a cada evasiva y volvía a llamar, siempre un minuto después, de la hora señalada por el secretario o sobrino de Bioy. Pero un día me adelanté a la cita y tuve la suerte de que atendió el teléfono él. Yo no era Rodolfo Braceli que lo había entrevistado tantas veces que podía escribir 10 tomos de entrevistas con Bioy. No lo era ni lo quería ser. Pero era yo y le quería hacer una entrevista para poder entrar a colaborar en El Gráfico, así que me animé y le hice la propuesta. El viejo me dijo que sí inmediatamente y me invitó a su casa, en la calle Posadas, al día siguiente. Me apuré a estudiarme Bioy 1 y 2 y allá fui con Norberto Mosteirín, un fotógrafo que le llevó los guantes de Bonavena para hacer la foto "deportiva". Llegamos a horario pero Bioy estaba durmiendo la siesta. Para mí que fue el ratito de su protocolo para que tuviéramos tiempo de espiar su biblioteca y sus fantasmas.
Lo agarré cansado y viejo, al viejo Bioy, pero fue de los entrevistados más amables y humildes que tuve la suerte de conocer por mi oficio. No sé cómo hicimos pero hablamos como dos horas de deporte, puro deporte. Siempre recordaré que me confesó (todo el mundo lo sabía, pero el me lo confesó) que era un mujeriego empedernido, pero que a esa altura no podía más que invitar a las chicas a almorzar y conformarse con una buena sobremesa... "Ya estoy muy viejo, querida, que si no..." Y ese fue el día que me enamoré de Bioy.
Les pego la nota que publicó El Gráfico, aquí abajo. Debe haber sido una de las notas más cuestionadas de la década. ¿Bioy Casares en El Gráfico? ¿De qué puede hablar ese viejo, por favor?

_¿Cree en Dios, Bioy?_
_No creo en nadie. ¿Usted?_
_¿No le gustaría eludir el infierno, llegar al cielo?
_Solo transaria para ir al cielo si me aseguraran que allá voy a tener una cancha de tenis._
_¿Tanto le gusta ese deporte?
_ Fue una verdadera pasión en mi vida. Jugué desde los 14 años y lamento mucho haberlo dejado pero empecé a tener unos terribles dolores de cintura. El lumbago, que siempre me ha acompañado en la vida, después se convirtió en mi compañero permanente. Entonces temí que me pasara eso en una cancha de tenis y tal vez un poco por vergonzoso, preferí abandonarlo. Pero jugar al tenis es algo verdaderamente hermoso.

Jamás hubiera imaginado que Adolfo Bioy Casares era un apasionado deportista. Tal vez porque la única imagen posible de un escritor es la de un hombre sentado frente a una máquina de escribir, remington en su caso. Y en su “Invención de Morel” no había pistas acerca de esta pasión suya, o tal vez sí, y no le presté demasiada atención. Como tampoco le di importancia a un sitio recurrente en sus relatos. El “Buenos Aires Law tenis” aparece en “Un león en el bosque de Palermo” y en “El don supremo”. Y a poco de pensar supongo que aquellos jóvenes atléticos y crueles que perseguían a viejos gordos, blandos y benévolos en el original de "El diario de la guerra del cerdo”, tienen mucho que ver con el joven Bioy, correcto atleta que lograba con buen promedio los 100 metros llanos. Con “El héroe de las mujeres” logró distraerme del todo y no presté atención a las connotaciones deportivas que sus personajes pudieran tener. Como tampoco lo hice en “Dormir al sol”, acaso el libro preferido de Bioy Casares. La sospecha surgió cuando leí “El campeón desparejo”. La palabra campeón y el nombre del protagonista me llamaron la atención. El personaje central se llama Luis Ángel en claro homenaje a Firpo, mítico campeón de box. Entonces leí las memorias del escritor y lo entendí todo. El tenis y el boxeo aparecen como lugares comunes en sus recuerdos de juventud. Pregunté por ahí y me aseguraron que el mejor amigo de Borges, enemigo declarado del deporte, había sido un buen tenista, un disciplinado boxeador y que hasta había jugado muy bien al rugby.

-Miro tenis por televisión pero realmente nunca me gustó demasiado mirar deportes. Me ha gustado, en cambio, practicarlos. Es más sano. El tenis, además, me dio grandes amigos como Enrique Morea y Alejo Russel.
_¿Conoce a Gabriela Sabatini?
_Desde luego y me gusta mucho como juega. Me enoja que pierda tantos partidos con un tenis espléndido como el que tiene. Debe ser algo psíquico lo que le pasa a esta chica porque, indudablemente, su tenis es superior al de todas las otras.

Hace un año y medio una caída estúpida, como él mismo la describe, le provocó fractura de femur. "Parece que la rotura de femur es siempre ingrata y no se comporta diferente conmigo".
De aquel golpe quedaron incómodas secuelas. Un fuerte dolor los días de humedad y una renguera, probablemenete irrecuperable, lo acompañan desde entonces. Pero el anda, a los 80 años, con su renguera incorporada. Y se mueve con dificultosa rapidez. Le divierte pensar que la raqueta de tenis que llevamos para la producción fotográfica está casi tan deteriorada como la suya. Va en busca de ella pero, en su lugar, encuentra una de squash, que, opina, está en mejor estado. "Tambien jugaba al squash. Pero es un deporte que arruina al tenis porque tiene un golpe diferente, menos elgante que deforma los golpes del tenista". Después se siente honrado de poder tocar los guantes de Bonavena y confiesa que sus manos se perderían irremediablemente dentro de ellos.
_Boxeé en casa. Nunca llegué al ring. Entrené con un boxeador bastante conocido, campeón de peso liviano. Willie Gould. Venía a casa y boxeamos tres mañanas por semana.
_¿Qué se siente?_
_En muy poco tiempo uno siente que ha hecho mucho deporte. Pero una vez recibi dos cross en los oídos y me dio miedo. No me dolió pero sentí que era peligroso. Sostengo que son muy pocos las trompadas que duelen cuando uno boxea pero, aún así, esas pocas pueden ser muy peligrosas.
-Sin dudas usted admiró a Luis Angel Firpo.
_Para mi fue una desgracia personal que no le ganara a Jack Dempsey. No podía creerlo. Esa mañana, yo era muy chico, me levanté a la madrugada y esperé ansiosamente al diariero en la esquina de Vicente Lopez y Montevideo. Entonces me enteré con incredulidad y desolación de que Firpo había sido derrotado, había perdido el título de campeón del mundo, en Polo Grounds, Nueva York. En “La vuelta al día en ochenta mundos” Julio Cortazar cuenta que también para él esa derrota fue dolorosa.
_¿Es cierto que también jugó muy bien al futbol?
_Fui capitán. Nunca concerté matchs con equipos contrarios porque fui un pésimo capitán pero me gustaba mucho jugar. Llevaba la pelota fácilmente al arco enemigo y me faltaba fuerza en la patada para meter el gol.
_¡Que frustración!
_Era solo cuestión de resignarse a pasar a otro la pelota y quedarse mirando cómo hacía el gol.
_¿Es hincha de algún cuadro?
_No sé por qué pero nunca fue hincha de fútbol.
_El fútbol genera grandes pasiones pero también mucho odio._
_Sé que hay violencia en las canchas. Leí lo de la muerte de esos dos hombres en el partido de River-Boca. Me parece increíble. _
_¿Puede entender por qué suceden esas cosas?
-_Quisiera que me lo explicaran a mi. Yo no soy un sociólogo pero me parece algo horrible. Qué raro que gente a la que le gusta el fútbol haga esas cosas. No me parece propio de un espíritu deportista. Creo que el deporte nos enseña a ganar y a perder. Saber perder es realmente muy ingrato pero muy importante para la vida.
_También debe ser necesario aprender a ganar.
_Claro. Es importante saber ganar sin sentirse un rey, no tener menosprecio por el que ha perdido y saber perder sin dejar de sonreir. El triunfo y la derrota son solo suertes que llegan.
_¿Usted era competitivo?
_Creo que mi defecto fue no haber sido suficientemente competitivo.
_¿Por qué dice que es un defecto?_
_Porque estoy convencido de que para poder ganar hay que desearlo mucho. Tal vez sea eso lo que le pasa a Sabatini. No desea el triunfo.
_¿A Diego Maradona le estara pasando algo parecido?
_No lo sé. Opino que Diego es muy bueno. Me asombra lo bien que juega. A veces es una bolita de grasa jugando admirablemente y me parece increible.
_¿Qué otros deportes practicó?
_He nadado bastante bien pero fue algo ejercitado privadamente. Iba a Playa Grande, en Mar del Plata y nadaba todo el largo de la playa mar adentro. Al rugby jugaba bien, era rápido en tres cuartos. ¿Me deja que le cuente una anecdota?
_Claro.
_Con Borges y sus amigos hicimos una revista literaria que se llamaba “Destiempo”. Como casi todas las revistas literarias tuvo vida corta. Tres números. El primero no se vendió nada, el segundo tampoco y el tercero se agotó. Averiguamos cómo podía ser, por qué se había agotado. La habían vendido en una cancha de rugby diciendo: “Destiempo”, la revista para el asiento". La gente se sentaba en nuestra revista y se sentía más cómoda.
_¿Discutía con Borges por su afición a los deportes?
_Borges no era nada deportista, no entendía mi pasión por el deporte. Pero nos entendíamos demasiado bien en la vida como para tener una discusión que no nos conduciría a nada bueno. Además practicarlos jamás me distrajo de la literatura y lamento haberlo dejado. Ahora, claro, ya no podría pero creo que abandoné antes de lo necesario. Realmente yo me sentía muy bien, pisando fuerte en el mundo cuando hacía deporte.
_¿La literatura es más importante que el deporte?
_Creo que la literatura es más importante que nada pero eso no quiere decir que el deporte sea una cosa inferior. Al contrario. Debería arrepentirme de buena parte de mi vida si pensara así y no me arrepiento de nada. Me ha gustado mucho y si yo rejuveneciera milagrosamente, practicaría deportes.
-¿Y cree que los jóvenes deportistas deberían leer un poco más?
-Yo fui a la Feria del libro este año y he tenido una sensación muy agradable. Me encontré con una serie de jóvenes, casi diría chicos, que no solamente me pedían que les firme, porque eso sería el chisme, ellos me hablaban de los libros con interés como si realmente fueran lectores. He vuelto de la feria convencido de que hay muchos chicos que leen.
_Sin embargo se dice todo lo contrario.
_Yo creo que la gente lee. Los libros se venden, no puedo creer que los compren solo para tenerlos de adorno. _Borges decía que compraban su libros para regalarlos...
_Es una respuesta ingeniosa de Borges pero no es cierto.
_¿Lo extraña?
_Muchísimo. He tenido mucha suerte en la vida de tener un amigo como él. Me resisto a hablar en pasado cuando lo menciono.
_¿Se siente importante por ser quien es?
_No. Cómo me voy a sentir así. Me moriría de verguenza en el momento de sentirme mínimamente importante.
_¿Y qué siente cuando escribe?
_Trato de pensar en lo que estoy escribiendo y no en mi. No trato de lucirme y que los demas digan "Pero que riqueza de vocabulario tiene este Bioy" No. Creo que todos esos son caminos para equivocarse. Hay que escribir según lo que le pide a uno el texto que está escribiendo._

Los únicos lugares que frecuenta de su casa de Posadas y Callao son el escritorio y su dormitorio. En esas habitaciones conviven cantidad indefinida de libros, millares de autores. El preferido de Bioy es Leonordo Sciascia. "Un autor italiano que realmente recomiendo. He leído los últimos libros de él, mejor dicho leí todos los libros de él. Y es una pena. Me quedé, ahora, sin libros que leer".
Bioy se levanta a las 8 de la mañana pero recién se baña a las 10. "Me gusta hacerlo descansadamente. Me levanto temprano, al menos creo que para alguien que no tiene ninguna obligación es temprano". Después escribe, almuerza, duerme una buena siesta y vuelve a su escritura.
_¿Y cuándo lee?
_A veces me canso de escribir y leo. A veces me canso de leer y escribo.
_Que le da más placer: ¿leer o escribir?
_Es difícil contestar esa pregunta. Yo siento que tengo que escribir. No hay un día de mi vida en el que no escriba. Y no para cumplir un deber sino porque espontáneamente las cosas escribibles que se me ocurren me obligan a que las escriba. Pero leer, sin dudas, me gusta muchísimo.
-¿Cómo escribe?
_A mano y después le dicto a una amiga que toma nota en esa máquina espantosa que esta ahí.
La máquina espantosa e una maravilla que parece una pieza de museo y teclea a la perfección.
_Los escritores de ahora escriben en computadora.
-Parecería que sí. Yo tengo pereza de aprender.
_¿Ya no quiere aprender cosas nuevas?
_¿Qué cosas nuevas podría aprender?
_No sé. Dicen que todos los días se aprende algo nuevo.
_Y es cierto pero eso, generalmente, no es formulable en una palabra. La vida me enseña cosas. Me enseña a vivir como de golpe.
_¿Con quién vive, Bioy?
_Vivo solo.
_¿Le gusta la soledad?
_No. Pero eso no quiere decir nada. Tampoco me asusta.
_¿Cómo se siente?
_Muy bien. Me gusta mucho la vida y sigo muy contento. Me gustaría vivir para siempre. Si usted me trae un contrato para vivir indefinidamente, ni lo leo. Lo firmo asi nomás, a riesgo de que tenga cláusulas un poco incómodas. Mire, yo sigo siendo feliz a pesar de los golpes terribles que me ha dado la suerte. Sobre todo en los últimos tiempos.
Bioy se refiere a la muerte de su esposa Silvina Ocampo y la de su hija Marta Casares que se le sucedieron como una pesadilla continuada hace unos meses y lo dejaron "demasiado viudo", como él dice._
_¿Cómo se sale adelante?
_No lo sé. Es una especie de milagro. Seguir siendo feliz a pesar de todo.
_¿Existe la formula de la felicidad?
_No hay secretos para ser feliz. Es una cuestión temperamental. No hay que ser mal criado, no hay que creerse el centro del mundo y, entonces, permitirse estar triste por las cosas que a uno le pasan.
_¿Extraña la juventud?
_Claro que sí. Pero solo dos cosas: tener suerte con las mujeres y sentirme muy bien. Me he sentido espléndidamente en mi juventud.
_¿Entonces es verdad que usted fue un mujeriego empedernido?
_Creo que sí. Me encantan las mujeres. Me entiendo mucho con ellas. Me gusta, ahora que tengo una vida más ingenua, almorzar con mujeres. Les cuento lo que voy a escribir. Nunca les doy a leer lo escrito porque eso es un trabajo desagradable. Se cuenta que dos escritores sudamericanos se encuentran y uno le dice al otro: "Si me lee, le leo". Pero creo, en cambio, que contar historias no aburre porque es como contar un cuentito.
_Sigue tan guapo como siempre, Bioy…
_No sea macaneadora...

Ahora Bioy está demasiado cansado. Ha interrumpido su siesta y es un día de una humedad terrible. Su pierna no lo deja en paz. Me quedaría una vida larga hablando con él y, seguramente, su buena voluntad no le permitiría pedirme que me vaya. Pero provoca una sensación de culpa insistir con las preguntas. Saber que a pesar de las molestias físicas y el sueño el seguirá respondiendo. Decido apagar el grabador. No gatillar más el flash para las fotos.
_No lo molestamos más, Bioy.
_Ha sido un placer conversar con usted. Solo le pido disculpas por no haber sido brillante.

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