martes, 6 de enero de 2009

¿Será necesario?

(Columna sobre las políticas culturales para Vendavalsur en 2004)

¿Será necesario explicar que ser crítico de la actual gestión de la Secretaría de Cultura no implica, de ninguna manera, adherir a gestiones anteriores?
¿Será necesario decir que estar indignado por las mediáticas declaraciones de Torcuato Di Tella, acerca de su desinterés por la cultura, no significa creer que a los secretarios pasados sí les importaba?
¿Será necesario escribir que tenemos claro que si las cosas hoy están peor es porque antes se hicieron sistemáticamente mal?
¿Será necesario sugerir que el hecho de que los demás hayan robado todo (y un poquito más también) no legitima a los actuales a llevarse nada, ni siquiera la peor parte?
¿Será necesario?

¿Hay que argumentar por qué el hecho de no reconocer a Mucci o a Quiroga como abanderados de la cultura nacional no es lo mismo que desconocer su aporte cierto a la difusión de la cultura? (Aporte más de unos que de otras, por otra parte).
¿Hay que evitar comentar que Cristina Mucci entrevistando a Pacho O´Donnel es pesadillesca y aburrida? Para participar del mundo de la cultura ¿hay que soportar a Los Siete Locos de Mucci aunque lo único que ella haga sea presentar una y otra vez a los mismos personajes ya aprobados y gastados por el mercado cultural? ¿Hay que aclarar que no consumir la oferta del mercantilismo cultural no significa otra cosa que lo que significa: no consumir falsa cultura envuelta en pack de todo por $2 y distribuida en supermercados?
¿Hay que aplaudir al señor Jorge Coscia, presidente del Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales, porque intenta hacer las cosas bien, simplemente porque está haciendo lo que se espera de él o de todo aquel que ocupe su cargo?
El gesto de impulsar una ley de protección al cine nacional es interesante, pero ¿no es, acaso, sólo un gesto? Evidentemente un gesto es mucho más que ningún gesto, pero ¿de verdad hace falta aclararlo?
¿Realmente es necesario explicar que el hecho de que no ovacionemos hoy a Coscia no quiere decir que ayer hayamos aplaudido la deplorable gestión de Julio Marbiz al frente del Incaa?
En cualquier caso es un alivio saber que en un futuro no muy lejano se podrá ir al cine a ver otro filme que no sea Harry Potter. Será un acontecimiento mágico para la experiencia cultural de todo hombre de buena voluntad que pise suelo argentino. Pero ¿querrá eso decir que cualquier película argentina es mejor que Harry Potter? Si tengo la opción (y me gustaría poder ejercer el derecho a tenerla), me quedo con la peor película nacional, pero ¿no significa eso que ya hemos llegado al peligroso punto en el que preferimos cualquier cosa? ¿No estará ahí la trampa? ¿No será que el verdadero enemigo pretende que llegado este punto cualquier cosa no resulte mejor que Harry Potter y que Harry Potter nos resulte mejor que nada (aunque el ayuno en algunos casos favorezca claramente al organismo)?
¿Valorar el cine nacional significa alentar cualquier ejercicio universitario que lleve el sello “made in Argentina”?
¿Realmente es pertinente decir que aunque la actual programación de Canal 7 es inferior a la de cualquier canal de cable, sigue siendo preferible a la ATC que desmanteló el señor Gerardo Sofovich en la década menemista?


¿Habremos llegado al punto en que hay que explicarlo todo?
¿Habrá que decirle al lector que Isabel Allende no es literatura, que mesa redonda no es sinónimo de debate serio, que quejarse de una gestión no es adherir a otra, que “Un argentino suelto en Nueva York” no es arte aunque el Incaa la haya subvencionado, que el cine es arte, pero que no todo arte es cine, ni todo cine es arte así como no todo conjunto de letras contenidas entre dos tapas rústicas es literatura aunque las envase la editorial más poderosa del planeta?

¿No será que quieren que aclaremos para que oscurezca?
Como será de absurda la situación que hay que detenerse a enumerar tanta obviedad. Qué difícil se va haciendo caminar. Ojalá no sea una herramienta más del sistema. Dormirse en la desidia refugiados en el paraguas protector de los que estuvieron antes que llegaran ellos. Porque está clarísimo que los que llegaron antes hicieron de todo lo que tocaron -y lo tocaron todo- un lugar mucho peor.

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